¿Cuántas veces sabemos y sentimos que hemos actuado imponiendo, enjuiciando, limitando, reprimiendo…? y ¿cuántas veces lo hacemos incluyendo, apreciando, compartiendo, desarrollando, celebrando…? Esta es la dicotomía continua a la que se enfrenta nuestro cerebro todos los días en cada momento.
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Estimado lector, en este post quiero compartir contigo algunos datos a tener en cuenta e invitarte a la introspección para ser más consciente en cada momento con que cerebro estoy jugando, ¿el estresado o el empoderado?
¿Sabías que cerca del 90% de las enfermedades del mundo occidental están relacionadas de alguna manera con la activación del estrés? ¿Sabías que para el 2020 el número de casos por trastornos de ansiedad y depresión serán la causa de enfermedad profesional número uno en el mundo desarrollado? ¿Y sabías que el coste económico superará con creces varias decenas de billones de dólares a nivel mundial? ¡Cuanto menos me parecen cifras lo suficientemente relevantes como para pasarlas por alto! ¿Qué opinas?
Es muy frecuente encontrar cada día testimonios de personas que dicen cosas como: “No tengo tiempo…”, “no me da la vida para más…”, “no llego a todo…”, “me faltan horas en el día…”; seguramente te hayas visto reflejado en alguna de ellas (a todos nos pasa). Este tipo de comentarios suelen estar más asociados al “estrés negativo o Distrés” y esto es un síntoma de que estamos demandando a nuestro cerebro y a nuestro cuerpo un grado rendimiento superior para el cual no está preparado porque ya está al máximo de lo que puede dar en ese momento.
¿Qué ocurre en este nivel de “exceso de estrés o Distrés”?
Como ya sabemos, nuestro cerebro está formado por un universo neuronal muy altamente interconectado entre sí por la bioquímica y la electricidad. Por ello, el cerebro estresado, está más activado de la cuenta y se debilita provocando más alteraciones de las deseadas como el nerviosismo, la agitación, la poca paciencia, pérdidas repentinas de memoria, falta de motivación, etc.; y todo ello, entre otras razones porque hay una alteración del ritmo cardiaco, mayor tensión arterial, mayor temperatura, mayor demanda de oxígeno, sudoración…; en definitiva, estamos demandando un mayor consumo de energía para dar respuesta a ese estado.
Popularmente, se da por valido un cierto nivel de estrés (“estrés positivo o Eutrés”) porque la adrenalina que se genera te ayuda a estar más activo, más atento, incluso produce cierto grado de euforia debido a la sensación de logro… y es cierto. Lo único que ocurre es la dificultad de saber a tiempo cuál es mi límite para no caer en el “Distrés” porque cuando esto ocurre generamos automáticamente un neurotransmisor llamado cortisol que tiene un impacto en todas las funcionalidades del cerebro y en nuestro metabolismo. Además, sino realizamos actividades de recuperación de forma consciente y consistente ese nivel de estrés no desaparece sino que lo vamos acumulando en las siguientes actividades que vayamos realizando con las consiguientes consecuencias negativas que ello implica (apatía, lentitud, menor motivación, posibilidad de caer en depresión…)
En el campo del desarrollo personal tengo muy presente esta frase que seguramente hayas escuchado ya antes, es la siguiente: “no es el hecho o suceso en si lo que nos altera o estresa sino el significado que le atribuimos” y, a partir de aquí entran en juego todos nuestros patrones aprendidos y nuestros miedos más profundos que están ligados con nuestra supervivencia y nuestra evolución.
En este sentido, el experto en management Patric Lencioni en su libro “Getting Naked” nos habla de tres miedos: Miedo a perder lo logrado, Miedo por sentir vergüenza y Miedo a sentirse inferior. Querido lector, mi sugerencia para cuando sienta ese Distrés es preguntarse: ¿a qué tipo de miedo de los citados le puedo estar dando cabida?
Es posible que usted piense que “no tiene ningún miedo” o que “cómo va a estar operando uno de los miedos citados” pero es así. Precisamente, nuestro cerebro límbico inferior es el que está más en contacto con nuestro sistema de respuesta automática que se deriva de nuestras respuestas más instintivas y de supervivencia. Nuestros cerebros han evolucionado para detectar instintivamente y reaccionar de forma inmediata (desde el inconsciente) ante posibles amenazas físicas o sociales. Aquí es donde radica la llave para mostrar un cerebro estresado o empoderado.
Si desarrollamos conscientemente la capacidad de observación sobre nuestras respuestas la bioquímica de nuestro cerebro nos lo recompensará generando los neurotransmisores necesarios para ello y podremos saber si estamos respondiendo desde un “cerebro estresado” en el que impera el juicio y que conllevará conversaciones tóxicas y tintadas de abuso de poder e imposición (adrenalina, testosterona, cortisol) o si estamos respondiendo desde un “cerebro empoderado” en el que predominará la apreciación y la posibilidad que generará conversaciones mucho más sanas, inclusivas, confiables y empoderadas (dopamina, serotonina, gaba, oxitocina, acetilcolina).
Recuerda: Cerebro estresado o empoderado, ¿con cuál juegas?
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